Sin lugar a dudas una de las películas más decepcionantes de 2024. Jason Statham firma un trabajo carente de sentido, sin un guion sólido y con una ejecución pésima que parece justificarse únicamente por todos y cada una de las víctimas que el protagonista va dejando tras de sí. Un churro en toda regla.
El director David Ayer ha intentado ejecutar una obra al estilo de la saga John Wick pero desarrollando la trama en el mundo actual, no en uno de ficción como el de la trilogía que firma Keanu Reeves. Y no tendría nada de malo si Beekeeper hubiese tenido algo de consistencia, pero no: efectos especiales de serie b, muertes sin sentido y una escalada de violencia difícil de sostener. En el primer tercio de la cinta, cuando la trama prácticamente ha quedado al descubierto, el protagonista declara zona de guerra unas oficinas. Demasiado para empezar.
Statham encarna a un agente de una supuesta agencia secreta de Estados Unidos, ni siquiera podían recurrir a la CIA, puesto que las películas al uso no llegan al nivel de violencia requerida por Beekeeper, que se ha retirado a cuidar panales. Sí, a la apicultura. Y tiene una casera que se ve envuelta en una estafa telefónica que acaba con todas sus cuentas vacías. La víctima ni siguiera espera a que intervenga su hija, que es agente del FBI, y decide quitarse la vida. A partir de ahí una sucesión de muertes cuya implicación llega a la mismísima casa blanca.
La trama en sí no tiene demasiado recorrido: hombre-arma letal retirado de una agencia ultrasecreta, víctima y venganza. Un círculo que siempre ha sido una fórmula ganadora, salvo en casos como el Beekeeper de Statham.
