Enésima historia de una venganza, en esta ocasión con el sello de la filmografía británica, que ha conseguido aumentar cuotas de pantalla gracias a producciones de gran solvencia, tanto en actores como en recursos técnicos.
Los acontecimientos no se desarrollan de forma lineal, el director J. Blakeson narra la historia rescatando convenientemente cada parte de la historia que interesa en el pasado. Si nos atenemos a los hechos, hablamos de un robo, que encubre la venganza por la muerte de una hermana, marido y sobrina de la líder de un grupo criminal en un accidente de tráfico. El robo, en sí, no tiene nada de espectacular, tampoco la preparación, donde este tipo de cintas suelen lucirse, es nada del otro mundo.
¿Dónde reside entonces la originalidad de la serie? Pues no tiene demasiado, porque se nos narra toda la historia a través de uno de sus protagonistas, Joe Petrus, quien mantiene una vida apacible en Estados Unidos después de haber cometido el robo. El proyecto de vida de Petrus, prometido a un hombre con dos hijos, es desestabilizado por la irrupción del pasado, cuando recibe noticias de que integrantes de la banda están siendo aniquilados uno a uno.
La trama del asesino persiguiendo antiguos delincuentes es quizás la parte que más flojea de este trabajo. El asesino del chándal, que podría llamarse, va aniquilando poco a poco a los integrantes de la banda. Ni uno solo, aun siendo delincuentes profesionales es capaz de plantar cara a este sicario que tiene la misión de encontrar una parte del botín, una llave de una caja de criptomonedas en la que hay miles de millones de libras.
No faltan en el desarrollo trampas, traiciones y ajustes de cuentas, muchos ajustes de cuentas. Tras poner a su futura familia en peligro, Petrus consigue acabar con todo el problema impidiendo el acceso a las criptomonedas y dejando que la líder de su banda se tome la venganza por su mano.
